Al final he llegado a Santiago de Compostela, para ser exactos el día 18 de Agosto. Después de unos días  de dudas sobre si mi tendón aguantaría o no, parece que unas pastillas australianas (no se que llevan, pero funcionan), junto con anti inflamatorios con cerveza, han obrado el milagro.

Y eso que la suerte no ha estado conmigo siempre. En Melide, no muy lejos de Santiago, llegamos en día de fiesta. ¿Que significa esto? Significa que no había sitio en ningún albergue, hostal o pension. Así que nada, a aprovechar los euros que quedan y a un hotel. El mismo día me confirman la reserva, antes imposible. Después de ver la habitación, comprobar que era correcta, dejamos las botas en la terraza, que no es plan de ahogarnos en nuestro propio olor. Hasta ahí, todo bien.

Incluso nos queda humor para darnos una vuelta por la ciudad y tomarnos un algo. Como siempre, la idea es salir a las 6 a andar, y en el hotel no hay recepcionista a esa hora (no era un hotel 4*, vaya), así que pagamos la habitación por adelantado y nos vamos a dormir. A la mañana siguiente, una ducha en baño propio, un desayuno de supermercado y cuando vamos a por las botas… ¡ZAS! La persiana se rompe. De todos los motivos posibles para no andar, que no pueda llegar a mis botas es el mas tonto. Pero son cosas que ocurren. Como es una persiana enorme que no podemos levantar entre 2, y por otro lado no tenemos destornillador para abrir el cajetín. Toca esperar a que venga alguien de recepción, que llame a un persianista, que lo arregle… vamos, las 12. Y luego a andar con el sol. Viva el camino, la persiana y a todos los santos que bajé en fila india.

Pero nada importa una vez que llegas. Después de andar los últimos kilómetros nada te duele. El Monte Do Gozo, una tontería comparado con el resto del camino. Además con la niebla no se ve nada. La entrada a Santiago, casi expectante. Luego en la plaza del Obradoiro, vienen las sensaciones raras: alegría por estar ahí, tristeza porque ya no queda el camino. Todos nos sentimos igual, entre alegres y tristes.

Pero el cansancio gana al resto de cosas, así que a la carrera a por la compostelana (al final me la han dado por motivos religiosos, parece que reflexionar es «motivo religioso») que acredita que voy a cenar gratis muchos días, y al hotel.

De nuevo mi hermana ha sido de gran ayuda, no hay nada como pasar la última noche en un hotel 5* con una cama de 2×2 ( a un precio increíble). Dormimos como unos santos y desayunamos como si fuera gratis. No hay mejor manera de empezar los 30, en buena compañía, después de terminar un reto, en un buen sitio, etc…

Para finalizar, mi madre y mi padre me fueron a recoger, así que el día 19 estuve entre mis padres y los peregrinos/as con los que he compartido tantos días, así que mis últimas horas en Santiago antes de irme han sido de lo mas completas (y tristes).

He aprendido bastante en el camino (por ejemplo: «Gibt es hier jemanden, der spanisch spricht?»), hay cosas que he dejado (mi pobre tripa, tanto tiempo dedicado…) y otras que he encontrado (last ice cream).Y es que 750 km dan para mucho.

Un abrazo a todos,  iré contando mas detalles poco a poco.

Y al final…

Navegación de la entrada


4 comentarios en «Y al final…»

  1. Me alegro de que llegaras. Ya sabes que yo lo haré más adelante desde Burgos a …. ¿Cuando vas a poner las fotos? Yo también tengo algunas que quiero compartir. Un abrazo

Deja una respuesta