Como muchos ya sabéis, en los últimos meses he empezado a trabajar en una nueva empresa. Esta empresa en origen valenciana está centrada en la seguridad informática y de procesos, con una vocación muy técnica y con el foco puesto en la seguridad como elemento vertebrador de los servicios. Vaya, dicho de otra forma, que no «hacen de todo», sino que hacen lo que saben hacer bien, y lo que no prefieren derivarlo. Pese a que la central está en Valencia, yo trabajaré para ayudar a crecer a la oficina de Madrid, pero también como sabéis, sin tocar un cable o programar una línea, sino dentro del área de «Desarrollo de Negocio». Ya sabéis que el frikeo me lo dejo para casa, sin presiones, donde puedo investigar sin límite de tiempo, y mas ahora que estoy accediendo a nueva tecnología…

No comentaré mucho sobre el trabajo hasta que haya alguna novedad significativa, aquí se toman muy en serio lo del secreto y la privacidad, aunque tampoco contaba mucho hasta ahora, salvo algún incidente gracioso.

De hecho aprovecho para contar una batallita del abuelo cebolleta del trabajo:

Como muchos de los que habéis trabajado conmigo sabéis, una parte importante de mi trabajo son las llamadas de teléfono, donde uno ya está acostumbrado a que ocurra de todo. Pero hay cosas que superan al mas pintado. Hace muchos años, dentro de mis llamadas estaba contactando con una empresa, cuyo responsable era el Sr. XXXX Bastardo. Si, no diré su nobre, que aparece en google y no quiero que le frían.

Ya sabéis como suelen empezar las llamadas: «Hola, buenos días, ¿podría hablar con el señor…. ?». Aquí iba el apellido, pero me dio por leerlo con mas calma  y, aguantando la risa, intenté preguntar por su nombre: «¿…. el señor XXXX?. Pero claro, tenían que hundirme en la miseria y probar mis límites, así que me contestan: «¿Cual? Hay varios, ¿El señor Bastardo o el señor Gómez?». Y yo, inocente de mi, contesto «El señor Bastardo, por favor». Imaginaros mi cara, tensa de la risa, ahogado por completo e intentando que no se notara. Pero querían que no terminara la llamada, querían hundirme, así que me dijeron la mejor frase que recuerdo: «Pues el señor Bastardo no está, pero puede hablar con su hijo, que también se llama XXXX Bastardo, así que pregunte por el hijo del Bastardo».

Y ya fue mucho, colgué como buenamente pude y me reí a carcajada limpia durante varios minutos, ante la cara de alucinados de mis compañeros, que creían que la llamada que acababa de hacer era una broma de las mias. Y es que el trabajo puede ser agradecido, a veces esto también pasa…

Nuevo proyecto

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